¿Por qué hay injusticia en el mundo?

¿Por qué hay injusticia en el mundo?

Muchos cristianos se preguntan, como es posible que teniendo un Dios de Amor y compasión ocurran tantas injusticias. Como descubrirás tiene más que ver con nuestra naturaleza Humana que con la intercesión Divina.

Yo sé que mi Redentor vive, y al final se levantará sobre el polvo.

Job 19:25

¿Dios permite las injusticias?

No es decente echar sobre Dios la responsabilidad de nuestras faltas y de nuestros crímenes. Si Él interviniera en cada uno de nuestros actos tendría razón Carlos Marx al acusar a la religión de ser «alienante», porque entonces seríamos incapaces, no sólo de hacer el mal, sino incluso de practicar el bien por nuestra propia iniciativa: habríamos dejado de ser personas, no seríamos más que moléculas de un vasto universo y llevaríamos una existencia análoga a la de los cuerpos celestes que no se comunican entre ellos más que por la ley de la gravitación. Esta manía de organizar la vida de los individuos de tal manera que no tengan nunca posibilidad de elección es propia de las dictaduras.

Si pusiéramos por obra los dos mandamientos de la Escritura: «Amarás a Dios, y al prójimo como a ti mismo», de los que nos ha dicho Cristo que resumían la ley y los profetas, no habría injusticia ni violencia en el mundo.

¿Por qué Dios permite el sufrimiento de los Justos?

En cuanto a la expresión «el Señor de la historia», debería ser desechada por la terrible ambigüedad que contiene, al dar la sensación de, por lo menos, asociar a Dios con nuestras infamias. La historia humana -«el ruido y el furor» de que habla Shakespeare- no implica a Dios, al que, por el contrario, rechaza con todas sus miserables fuerzas desde el principio de los tiempos.

Si es verdad que Dios ha entrado en nuestra historia por Jesús, el Cristo, no lo ha hecho, ciertamente, para asumir el poder, sino más bien para renunciar al suyo, para buscar, velar, reanimar y recoger la fe, que representa en nosotros la réplica oculta y gratuita de su propia generosidad.

Así pues recuerda las enseñanzas de Cristo nuestro señor y entrégate en oración.

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